Blog de Raúl García

domingo 29 / 01 / 2023

Ya no nos pueden valer ni los discursos desarrollistas como tampoco los ultraconservacionistas de hace tres décadas. Estamos en el año 2023 y no podemos proyectar nuestro futuro basándonos en ideas y realidades de hace 30 años. Tenemos que avanzar sabiendo que debemos descarbonizarnos, ser más resilientes e iniciar una revolución "circular" en nuestra economía. En ello nos va nuestra supervivencia.


Adaptación al clima y economía circular: dos desafíos a escala insular.

Adaptación al clima y economía circular: dos desafíos a escala insular.

El cambio climático es uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo. El mundo sufrió este verano pasado fenómenos climáticos extremos y desastres naturales que se produjeron en diferentes países en prácticamente todas las latitudes. A pesar de la lenta respuesta de la humanidad, esta emergencia ya se está manifestando en climas extremos, lo que lleva a inundaciones, sequías e incendios forestales cada vez más extremos. Y las cosas de momento solo van a empeorar. Así que tenemos que adaptarnos porque, incluso si lográsemos limitar las emisiones ahora, la situación empeoraría y la adaptación seguiría siendo necesaria, sin importar lo bien que lo hagamos en la descarbonización. Incluso en la hipótesis radical de que el mundo dejara de emitir gases de efecto invernadero mañana mismo, la adaptación seguiría siendo necesaria porque los gases de efecto invernadero permanecen activos mucho tiempo. Por lo tanto, retardar las soluciones o negar las evidencias son posturas de una irresponsabilidad absoluta.

Y, si me lo permiten, no sólo debemos estar preocupados por las consecuencias ecosistémicas del calentamiento global. En el año 2021 la empresa reaseguradora suiza Swiss Re llevó a cabo una investigación que proyecta un 18 por ciento de caída de PIB mundial si no se toman acciones de mitigación (aumento de temperatura limitado a 3,2 grados) y en el escenario más optimista, prevé solo cuatro de caída de PIB si se cumplen los objetivos del Acuerdo de París (aumento por debajo de dos grados). La cuestión climática, por tanto, va a tener consecuencias económicas negativas si no somos capaces de enfrentar este asunto de manera inteligente.

Por poner un caso cercano, en Gran Canaria el riesgo de desertificación alcanza el 90% y para superar este desafío vamos a requerir de actuaciones transversales en diferentes sectores. Esta transformación exige una nueva manera de concebir nuestra relación con la naturaleza, una “economía regenerativa”-o circular, aquella que no solo se limita a no contaminar y a funcionar según parámetros medioambientalmente aceptables, sino que la regenera, algo necesario para reducir los impactos de la emergencia climática y el deterioro de ecosistemas. Tal y como afirma Jeremy Rifkin en “La Era de la Resiliencia” , debemos transitar de una economía basada en el “principio de eficiencia” hacia una "economía resiliente", cuyo motor sea la adaptabilidad frente a la incertidumbre. Esa capacidad de adaptación va a requerir de “regeneratividad” para lograr generar autosuficiencia y soberanía a nivel local para superar posibles crisis pandémicas, energéticas o alimentarias.

Este cambio para adaptarnos al clima y ser más resilientes supone un nuevo paradigma que necesita políticas transversales. Así pues, la adaptación al cambio climático va a obligarnos a mejorar nuestras herramientas para la prevención de inundaciones e incendios forestales, pero también nos exigirá impulsar la agricultura regenerativa, modificar las infraestructuras costeras o renaturalizar los espacios urbanos. Estoy convencido de que a través de la innovación seremos capaces de encontrar soluciones de bajo coste, que hayan demostrado ser efectivas y tengan un impacto inmediato, como sistemas de alerta temprana para eventos meteorológicos extremos, soluciones para evitar la intrusión de agua marina en la costa, la agricultura vertical e hidropónica, sistemas mejorados de refrigeración y aislamiento, además de muchas otras medidas.

Un buen ejemplo de ello es el sistema de alerta temprana de incendios mediante tecnologías inteligentes “Alertagran” desarrollado por el Cabildo de Gran Canaria. En el fondo, no se ha hecho otra cosa que desarrollar una herramienta digital innovadora para mejorar la capacidad para combatir los peligros climáticos. En definitiva, se están utilizando las TIC y el Internet de las Cosas para adaptarnos mejor a las incertidumbres del futuro.

Por todo ello, el Cabildo de Gran Canaria aprobó en su momento la Estrategia de Adaptación al Cambio Climático e impulso a la Economía Baja en Carbono y puso en marcha una comisión de trabajo transversal para impulsar su aplicación. Precisamente, en febrero desarrollaremos unas jornadas formativas para mejorar las capacidades de sus miembros. Por otro lado, el Cabildo de Gran Canaria también fue seleccionado como miembro de la Misión para la Adaptación al Cambio Climático de la Unión Europea, que va a exigir a los territorios adheridos que aumenten su nivel de resiliencia de diferentes maneras a través de un esfuerzo continuo. Al mismo tiempo, ayudará a estos territorios a comprender, preparar y gestionar mejor los riesgos climáticos, así como a desarrollar soluciones innovadoras para aumentar la resiliencia. Recientemente se celebró una reunión de lanzamiento en Bruselas en la que el Cabildo estuvo presente.

Ahora bien, como dije al principio de este post, no basta con mejorar la implantación de renovables y ser más eficientes o adaptarnos mejor a los impactos del calentamiento global. Todo ese esfuerzo debe ir acompañado de una transición hacia la economía circular con el fin de ralentizar la degradación de la naturaleza al reducir la demanda de materia prima, disminuyendo la presión sobre los ecosistemas. El modelo de economía circular se inspira en los ecosistemas, especialmente en la resiliencia y la durabilidad de la naturaleza. Por ejemplo, los residuos no existen en la naturaleza. Una economía circular garantiza un sistema económico en el que no se desperdicien materiales. En su lugar, se gestionan en bucles cerrados. Los productos se diseñan y construyen para que después del consumo puedan ser reutilizados, reacondicionados o reutilizados. En este sentido, el Cabildo de Gran Canaria acaba de finalizar la elaboración del Diagnóstico de Economía Circular de la isla y ya está inmerso en la redacción de su estrategia.

Sin duda, esta arquitectura va a requerir de una gobernanza transversal efectiva basada en las necesidades de este siglo XXI para lograr una isla más saludable, sostenible, de bajas emisiones y resiliente y así lograr un futuro mejor para todos. Los retos son muchos y diversos: fortalecer la agenda climática no sólo a escala insular, sino también municipal, disponer de recursos humanos y financiación, mejorar nuestras capacidades, así como favorecer el desarrollo tecnológico climático y la innovación.

Ya no nos pueden valer ni los discursos desarrollistas como tampoco los ultraconservacionistas de hace tres décadas. Estamos en el año 2023 y no podemos proyectar nuestro futuro basándonos en ideas y realidades de hace 30 años. Tenemos que avanzar sabiendo que debemos descarbonizarnos, ser más resilientes e iniciar una revolución "circular" en nuestra economía. En ello nos va nuestra supervivencia.