El año 2022 fue sin duda una año complejo y difícil para una parte importante de la población mundial. El calentamiento global, que se visibilizó de manera explícita este verano, la pandemia del COVID-19, la guerra en Ucrania y la consiguiente inseguridad alimentaria, pobreza energética e inflación están marcando un panorama inédito a escala global desde hace décadas. Incluso algunos geoestragas están considerando el 2022 como el inicio de una nueva era.
Efectivamente, la invasión de Ucrania, uno de los proveedores de de fertilizantes y cereales más importantes del mundo, ha supuesto restricciones en la cadena de suministro global y, por tanto, ha generado inflación. Y los fenómenos meteorológicos extremos han dejado en reguero de destrucción por todo el planeta. Pero sus impactos se manifiestan desigualmente. Se estima que anualmente 189 millones de personas sufren los efectos del clima extremo en los países en vías de desarrollo. A nadie se le esconde, por ejemplo, que Pakistán ha tenido que endeudarse para hacer frente a las fuertes inundaciones que tuvieron lugar recientemente.
Ante esta situación negativa, ¿existen datos que nos permitan pensar que todavía tenemos posibilidades de aprovechar esta crisis para crear un mundo más sostenible, uno en el que la humanidad pueda abordar el calentamiento global, la extinción de especies o la inseguridad alimentaria y energética?
Sin lugar a dudas, los datos que suministra la Agencia Internacional de la Energía nos muestran una transición acelerada hacia una energía más limpia. En diciembre, la AIE publicó el informe “Renovables 2022”, que establece una proyección del crecimiento de las renovables en casi 2.400 GW, lo que supone una aceleración del 85% con respecto a los cinco años precedentes y casi un 30% más de lo previsto en el informe del año pasado. Ahora espera que se instale tanta energía solar y eólica en los próximos cinco años como la que instaló en todo el mundo durante los últimos 50 años.
Gran Canaria no es inmune a esta tendencia. El despliegue de eólica y fotovoltaica ha sido significativo en los últimos 15 años, aunque la explosión de la fotovoltaica viene produciéndose en los últimos tres años. Si en octubre de 2022 las instalaciones de fotovoltaica sumaban entre todas ellas entre un total de 74 MW, podemos inferir un aumento aproximado del 30% en los últimos tres años. Durante ese mismo período el aumento de la potencia instalada en eólica aumentó en un 26% hasta alcanzar 244 MW.
Otro aspecto a tener en cuenta también ha sido puesto en valor por la AIE en el informe ”Energy Efficiency”: durante 2022 la economía mundial utilizó la energía un 2% más eficientemente que en 2021, una tasa de mejora casi cuatro veces mayor que la de los últimos dos años y casi el doble de la tasa de los últimos cinco años.
Una tendencia similar a la de Gran Canaria, aunque en este caso creo que todavía nos queda por delante un gran margen de mejora. Según la ULPGC en el caso de la demanda de energía para aplicaciones térmicas en Gran Canaria se observa un patrón decreciente debido a la introducción gradual de tecnologías de alta eficiencia.
Por ejemplo, las bombas de calor son una solución hipereficiente y respetuosa con el clima, que nos permite alcanzar mayores cotas de soberanía energética. Por eso mismo estamos instalando la primera bomba de calor con aerotermia del Cabildo de Gran Canaria en El Sabinal.
Además, la energía eólica y solar no son totalmente eficientes, porque no siempre están disponibles: la energía solar se apaga por la noche y los aerogeneradores no pueden producir energía en un día sin viento. Por lo tanto, necesitamos una forma de almacenar la electricidad renovable. Proyectos como el Salto de Chira o la batería que saldrá a licitación en breve para cubrir la demanda del Gran Canaria Arena son buenos ejemplos de que estamos en la misma línea que establece el Gobierno de Canarias y otras instituciones en sus estrategias de almacenamiento.
El incremento de ventas de vehículos eléctricos en los últimos meses también nos hace ser optimistas. Aunque los datos de Gran Canaria son buenos dentro del contexto canario, todavía existe un gran margen de mejora. Hasta agosto de este 2022, el número de vehículos eléctricos en circulación era de 3.714, lo que supone que en los primeros 8 meses del año se hayan comprado tantos como en todo 2021. No obstante, sólo un 0,6% de los vehículos son eléctricos, por tanto tenemos que seguir ampliando la red insular de vehículos eléctricos del Cabildo y promoviendo sus ventajas ambientales y económicas.
Indudablemente quedan retos por delante. Algunos van más allá de las competencias del Cabildo: regulaciones y subsidios a los combustibles fósiles que deben transformarse y/o desaparecer. O por ejemplo, permitir el desarrollo de redes inteligentes y agregadores virtuales de la demanda como los que estamos proponiendo e impulsando en el Polígono Industrial de Arinaga o en el barrio de Siete Palmas. También debemos incentivar a los “prosumidores” para que sean más eficientes y generen más energía limpia. Además de eso, es crucial dar pasos en firme hacia el hidrógeno verde.
En definitiva, hay razones para preocuparse seriamente, pero también tenemos que aprovechar las oportunidades que nos brinda el 2023 en el ámbito de la energía y el cambio climático tanto en el planeta como en Gran Canaria. Es verdad que la cumbre de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en Egipto en noviembre fue un fracaso y que el mundo está muy lejos del camino para lograr el objetivo de mantener el calentamiento global a 1,5 ̊C por encima de los niveles preindustriales. Es más, existe un creciente consenso de que los compromisos asumidos en París en 2015 son simplemente inalcanzables a corto/medio plazo.
Pero no debemos rendirnos, porque, como vimos anteriormente, hay signos de esperanza. Bajo ningún concepto debemos bajar los brazos. Debemos defender la visión de que nuestro planeta puede salvarse de la devastación. Y tanto Canarias como Gran Canaria deben hacer sus tareas. De todo ello hablaremos en el próximo Foro Intenacional de Ecoíslas donde vamos a compartir buenas prácticas con otras islas y con ponentes de diferentes lugares del mundo.
Estamos viviendo un momento de crisis: la era de los combustibles fósiles está llegando a su fin, y depende de nosotros que los sectores pro combustibles fósiles y los ecologistas ultraconservacionistas retarden al máximo la transición hacia un mundo descarbonizado. Estoy convencido de que el 2023 puede ser el inicio de una reconstrucción verde de nuestro modelo de desarrollo.