Anoche acudí a ver el derby entre la UD Las Palmas y el CD Tenerife. Gran partido y gran victoria de la Unión Deportiva, sin duda. Pero lo que lleva a reflexionar en este post no tiene nada que ver con el fútbol directamente, sino con lo que le rodea.
Mi asiento estaba cerca de los aficionados del CD Tenerife, que sufrieron una constante hostilidad del público que le rodeaba. Desde adolescentes hasta aficionados entrados en edad -en un 99,9% hombres- provocando y mofándose de los aficionados de la isla vecina. Todo ello requirió de la constante intervención de las fuerzas de orden público para disolver a los provocadores. La verdad es que no llegaba a salir de mi asombro. Muchos de ellos estaban más empeñados en provocar que en ver el partido. A todo ello hay que unir cánticos como “Puta Tenerife, puta Santa Cruz” y gritos del público del estilo “levántate maricón”. La primera reflexión que me hice es que vivo en una torre de cristal, porque aquello que me afectaba, me dolía y me hacía sentir vergüenza no era percibido de la misma manera por parte de aquellos que me rodeaban. Y que nadie interprete que quiero culpabilizar a la afición amarilla en su conjunto. Tengo claro que esto es lo que también sucede cuando la UD visita el Heliodoro y que estos comportamientos no representan a la mayor parte de la afición. Pero ayer comprobé que tampoco son casos aislados o anecdóticos.
Creo que desde los clubes se debe luchar contra esta masculinidad tóxica. Se puede ser aficionado a un equipo y animarlo sin tener que ser un macho alfa caracterizado por el odio, la violencia o la homofobia. Los estadios de fútbol deben ser un lugar seguro para todos, donde podamos gozar del juego sin empañar el disfrute del mismo por grupos indeseables. En mi opinión, el fútbol no los necesita.
El fútbol es un deporte hermoso, pero lo que viví ayer en el derby también me mostró lo horrible que puede ser ir a un estadio de fútbol. Por eso salí ayer con una sensación agridulce, contento de volver al estadio para disfrutar de una victoria de la UD, pero triste e indignado con lo que tuve que ver y escuchar a mi alrededor.